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Azules turquesas, primer disco publicado por Aristimuño (LAL Discos, 2004), emociona y reconforta. Su poesía nunca cae en la densidad o la pedantería, el sonido fluye como si fuese líquido y la voz mantiene el tipo. Algunas canciones ('Rocío') parece que estuvieran producidas por Brian Eno o Michael Brooks.
Además no todo es dulce y lenta poesía. La sombra de The Bends (Radiohead) aparece en momentos de 'Tres días' o 'Quién?'. El tema final ('Que todo vuelva') demuestra que Aristimuño sabe llevar a buen puerto sus ambiciones, amén de una habilidad con esa poesía sonora que bordea lo electrónico y lo acústico que lo empareja con Richard Quigley (Montgolfier Brothers, At swim two birds, Quigley).
Algo debe tener la luz de la Patagonia para que este disco suene así.
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