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La diferencia entre ver y mirar
Hará cosa de 12 o 14 años le preguntaban al director francés Jean Luc Godard su opinión sobre dos de los directores estadounidenses más importantes del momento: David Lynch y Steven Spielberg. El autor de Pierrot el loco o Al final de la escapada dijo que ambos se limitaban a mirar, pero que no veían nada. Dejando a un lado las obvias diferencias entre Lynch y Spielberg, esto viene a decir que ambos son habilidosos creando imágenes (y mundos, quizás) pero no usando esas imágenes para hablar de los personajes o de la historia.
En Munich esto se transforma en la torpeza de Spielberg cuando trata de explicarnos la evolución de su personaje principal (de convencido ejecutor a mar de dudas que desconfía de los suyos) o la sonrojante escena en la que se enfrenta a un árabe que le explica sus convicciones (desconociendo que él es judío). Los personajes dejan de funcionar cuando muestran sus miedos, dudas y razones. Alguno de los miembros del equipo ejecutor (especialmente el mal interpretado por Mathieu Kassovitz) padece una credibilidad nula.
Sin embargo, la fuerza de muchas de las imágenes y la pura acción e intriga que inundan los primeros 30-40 minutos de la película son ejemplares. Este nervio narrativo está presente en buena parte del metraje. Una pena que Spielberg ceda a la tentación de hacer lo que no sabe y vaya mostrando las costuras de un guión mucho más plano de lo que pueda parecer por su argumento.
Pese a todas estas críticas no se trata de una mala película (es superior que las últimas 3 o 4 de su director), pero es que cuando lo que bien empieza mal acaba, la decepción es mucho mayor.
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