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Singapur

Comida china y vuelta a casa

Me levanto bastante más vivo que el día antes y tras un café y una charla sobre cualquier cosa Kevin me hace un auténico examen sobre la cena de la noche anterior en su restaurante: desde los platos hasta la sala, el papel de la carta o el tipo de cubiertos.

Me despido de él y quedo con Virginia para dar una vuelta cerca del barrio árabe, comer en un restaurante chino y visitar un mercadillo que resultó ser el de un centro comercial cercano (otra forma de comprar, supongo).

Vuelta al piso para preparar la maleta. Desde que pillo el taxi tardo 24 horas en llegar a Madrid. Primero llego a Bangkok entre relámpagos (espectacular) donde paso cuatro horas, luego otro avión hasta Amsterdam y luego el viaje a Barajas. Vuelta a casa entre el aire acondicionado y casi veinte grados menos de temperatura. Que la garganta me pille confesado.

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Singapur 2: cena en el Blu

Parece difícil, pero es posible. Pillar un constipado de campeonato en un sitio con una temperatura fija de 30 grados está dentro de mis posibilidades.

Un par de cafés (Nespresso, que también ha conquistado estas latitudes) me espabilan y voy con Virginia al Chinatown menos chino y mugriento que se pueda imaginar. Allí visitamos (cosas del mestizaje) un templo hindú en el que los cánticos de los fieles y la pinta de los oficiantes (semi-desnudos, pintarrajeados y poniendo cara de arrebatados) casi daban miedo. Luego visitamos un templo budista chino gigantesco, con un buda de ocho brazos (otra vez el mestizaje), ascensor y dos restaurantes.

Visitamos ahora la zona del río, llena de restaurantes y centros comerciales. Nos espera Damon (el otro chef canadiense) para comer algo y nos cuenta la cena-degustación que tomó el día anterior, compuesta de quince platos y quince cócteles para maridar.

Damon se marcha a descansar mientras nosotros vemos una curiosa zona compuesta por unas calles semi-cubiertas llenas de restaurantes y pubs que están muertas hasta las siete de la tarde. El siguiente paseo nos llevó al hotel Raffles, uno de los considerados como mejores del mundo y donde nos tomamos algo.

Blu Restaurante en el Shangri-la
Tras una breve visita al piso para ponernos decentes nos vamos al restaurante de Kevin (que trabajó en el Bulli, el restaurante de Arzak y La Broche con Arola) para probar una selección de su cocina creativa. La cena fue una maravilla: desde una perla llena de sabor a ostra a una mousse de foie gras, un salmón con romesco y humo, una versión del Schnitzel austriaco con una salsa de remolacha o un arbol del plástico (con maceta y todo) en el que la tierra eran trozos de chocolate negro con café, las hojas chocolate blanco y en las ramas colgaban una especie de algodón de azúcar con sabor a fresa silvestre.

Le esperamos a la salida para que él cene en un japonés súper curioso en el que el cliente elige la comida entre las verduras, carnes y pescados que están a la vista (como si fuera un mercado) y simplemente se le aplican unos minutos de cocción al vapor y luego una leve pasada por la brasa. Al final también llega Damon (que venía de un restaurante de fusión china), curiosea la forma en la que cocina y nos vamos todos a casa.

13254 pasos recorridos

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Singapur 1: paseo por Little India

Me marcho de Hanoi en otro día gris. Al llegar a Singapur todo está limpio y parece nuevo. Me quedo alucinado con un vídeo que ponen en el metro, en el que se ve a una señora avisando a través de un interfono a seguridad de que alguien había dejado una mochila sospechosa en uno de los vagones. El hombre de seguridad le pedía una descripción de la mochila y del chico que la había dejado, a los que localizan inmediatamente gracias a las cámaras de vídeo.

Singapur es una de las ciudades más seguras y limpias del mundo. Lo primero ya he comprobado por qué es. Lo segundo es por medidas tan radicales como poner una multa de 500 euros al que tire un chicle al suelo (obviamente ni los venden).

Me voy a casa de Virginia, que me espera en la salida del metro. Su chico, Kevin (canadiense), es chef en el hotel Shangri-la y en el piso también está estos días otro chef canadiense (Damon) que tiene el mismo puesto en el hotel de Kuala Lumpur y ha venido para repasar nuevos restaurantes de la que se denomina capital de la comida del sudeste asiático.

Doy una vuelta por Little India, donde me tomo un espectacular Briyani Chicken por tres euros. Están preparando la gran fiesta del Deepavali (o Festival de las luces) y todos los comercios están a rebosar.

Me vuelvo al piso y cenamos en otro hindú (aquí comí poco, pero también todo espectacular). Tenemos un rato de cháchara en el piso y nos reímos (sobre todo los dos canadienses) de los programas de cocina de un canal por satélite.

8956 pasos recoridos

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