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Tres segundas partes

A Weekend in the city, de Bloc party: Nadie puede negar que el disco sea potente, o argumentar que se trate de un giro de 180 grados en relación a Silent Alarm, pero sí que es cierto que la acumulación (de guitarras, de ritmos, de voces enfadadas) no significa que la música llegue con más potencia.

Densidad un tanto excesiva, pérdida del estribillo pop y un ansia desmedida por sonar duro y complejo serían los principales defectos de este disco, que pierde algo de la gracia que enganchaba de su predecesor y no ha sabido compensarlo con un sonido más maduro. Alguna crítica apunta a que su líder, Kele Okereke, se ha empachado tratando de convertir el grupo en la versión británica de TV on the Radio. Puede que sea cierto, pero también hay un simple problema de espíritu: En el debut la fiereza casaba de mil maravillas con las melodías pop. Aquí no hay contrapunto.

The Neon Bible, de Arcade Fire: Menos épico y furioso que su alabadísimo disco de debut, una de las cosas que más llaman la atención de este nuevo trabajo de los U2 canadienses es la influencia del rock estadounidense de los ochenta: Rastros de Chris Isaak (la ambientación de 'Neon Bible'), Springsteen ('Antichrist Television Blues') y los grupos del Nuevo Rock Americano ('Keep the car running').

Pero la marca de la casa sigue clara con esos crescendos inflamados, las estructuras en forma de montaña rusa y las cabalgadas rítmicas de 'No cars go' o 'The Well And The Lighthouse'. Baja el porcentaje de estribillos a recordar pero crece su versatilidad como compositores.

Some loud thunder, de Clap your hands say yeah!: Si alguien me dijera que se trata de unas canciones compuestas antes de su disco de debut que ahora se habían animado a regrabar en mejores condiciones me lo creería a ciegas. Temas aún más fragmentados y locos que los de Clap your hands say yeah!, con aspecto de estar 'a medio cocer' y con un aspecto más arisco y menos rock.

La producción de relumbrón (el amigo Dave Friedmann) se reconoce por esas percusiones que son como un martillo envuelto en terciopelo y por la mayor presencia del piano. Dejando a un lado la sorpresa del sonido, el disco resulta un buen trabajo con menos gancho melódico del esperable y un tanto inconexo por momentos.

Bloc Party

La energía ni se crea ni se destruye, sólo se transforma. Y algo parecido parece ocurrir los últimos 4 años con el pop-rock. De The Strokes a Franz Ferdinand y de estos a Bloc Party. Bueno, no del todo.

El debut de Bloc Party ('Silent Alarm' V2, 2005) ha sido recibido con todos los honores de la prensa indie británica y comienza a hacerlo con la estadounidense (donde el disco se publicará a mediados de marzo).

Estribillos, guitarras y ritmos saltones para los que quieren bailar y tararear rock. Pero en distintas proporciones que Strokes o F.Ferdinand. El grupo formado por Kele Okereke, Russell Lissack, Gordon Moakes y Matt Tong tira más del ritmo que de la melodía. Recuerdan a lo más movido de Gang of Four y Wire, pero también a grupos estadounidenses de guitarras afiladas, como Pixies o Sonic Youth, así como los contemporáneos Radio 4 o Ikara Colt. Incluso tienen un poquillo de los primeros Radiohead y la oscuridad de Echo & the Bunnymen.

Y de todo este potaje musical resulta un fantástico sonido, que brilla especialmente en los temas 'Like eating glass' y 'Banquet'. Puede que ninguno de los singles se quede para siempre en la cabeza, pero los piés lo agradecerán cuando comience a sonar el disco.

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