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Sargadelos: Todo por la pasta

La historia de las cerámicas de Sargadelos es, en realidad, la suma de dos historias: la primera de ellas corresponde a la fundación de la fábrica por el Marqués de Sargadelos. Esta historia arranca a finales del SXVIII y acaba en 1875.

La actual cerámica de Sargadelos nace, en espíritu, en Argentina. Allí, en el exílio, una serie de intelectuales y artistas gallegos decide recuperar la marca Sargadelos (y su caolín) y, más importante, reinterpretar las formas clásicas del arte gallego y llevarlas a una interpretación moderna, siguiendo la estela de la Bauhaus alemana. Así nació el Laboratorio de Formas. Uno de los principales impulsores del mismo fue Isaac Díaz Pardo, quien luego capitaneará (junto con Luis Seoane y el arquitelco Andrés F. Albarat) la puesta en marcha del Grupo Sargadelos.

Pese a haber conseguido un claro éxito económico y empresarial con la cerámica de Sargadelos, el grupo siempre estuvo regido por su relación con la cultura: recuperando instituciones, creando museos y editoriales y haciendo que sus piezas constituyeran un ejercicio de búsqueda de las raíces de las formas en Galicia, así como reivindicando a las principales figuras de la cultura gallega.

La pela es la pela
Pero esta segunda historia de Sargadelos parece cercana a su fin. Isaac Díaz Pardo y sus hijos han sido expulsados de los órganos de decisión del Grupo Sargadelos. El origen de esta disputa interna está en la intención de Díaz Pardo de crear una Fundación que garantizara la continuidad de las iniciativas culturales y no puramente mercantilistas una vez que él (tiene 86 años) falleciera. Después de cuatro años poniendo trabas a esta iniciativa y ante la insistencia del intelectual, un grupo de accionistas ha conseguido el apoyo necesario para apartar a Díaz Pardo de la empresa que él ideó, creó e hizo crecer.

Será que las cosas son así, pero no me gustan.

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+ INFO
- Noticia archivo de enlaces realizada por la Universidade de Santiago de Compostela
- Banners de apoyo a Isaac Díaz Pardo
- Campaña de Firmas Online en apoyo al fundador de Sargadelos

País de gaita y pandereta

No sé si al PSdG (los socialistas gallegos) les falta tener las ideas más claras o le sobra el asesoramiento de algún publicista o guionista de cine. Pero estoy seguro de que hay formas mejores y más serias de solucionar la mención en el futuro estatuto gallego a si Galicia es una nación o una simple autonomía que la recientemente propuesta de que es 'Nazón de Breogán': es decir usar una frase del himno gallego (tan épico y henchido de orgullo como cualquier himno con letra) para no decir nada legalmente pero hacer un guiño al folclore.

Para eso me parece mejor la propuesta de Antón Reixa cuando lideraba a Os Resentidos: 'Galicia, sítio distinto'.

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Todo en un día: Pontevedra, Cangas, Vigo, Santiago

La idea original era conocer Vigo, una espinita clavada desde hacía tiempo. Pero las cosas nunca ocurren como están previstas en un inicio. La oportunidad de volver a ver a un amigo que tenía un poco perdido comenzó a cambiarlo todo.

Por la mañana me fui de A Coruña a Pontevedra, que tampoco conocía. La zona vieja es preciosa, con sus placitas, sus soportales y sus terrazas. Un lugar en el que te sientes relajado paseando entre piedras y sombras.

Luego quedé con Carlos, Bea (su esposa) y Ada (su niña). Juntos fuimos a una finca que tienen en Moaña, con unas vistas espectaculares (lástima de la niebla) a la Ría de Vigo. Tomamos el vino que hace él mismo, una rica churrascada y nos tiramos (Ada y yo) en la hamaca. La cría es una ricura, ya publicaré fotos suyas en el Flickr el lunes.

Carlos me bajó a Cangas, desde donde tomé el barco para Vigo. Mi día planeado de visita se había reducido a poco más de tres horas. Me puse a callejear por el Marítimo, la Roca y un porrón de plazas: Do Rei, Princesa, Da Constitución, Pedra e Igrexa, donde tomé un cafetín en un sitio llamado Grettel. Después bajé otra vez hasta el puerto y acabé dándole un buen repaso a las calles Príncipe, Urzáiz, Venezuela y sus perpendiculares. Me quedé con ganas de entrar en una tetería llamada Rajasthán (Pza Portugal) y de conocer la Ermita da Guía, desde donde se supone que hay unas vistas de toda la Ría y la ciudad.

No puedo decir mucho sobre Vigo, porque me limité a visitar el centro, la zona más de paseo y, se supone, menos caótica de la ciudad. Habrá que repetir en un futuro viaje, quizás mejor por la noche.

Antony & the Johnsons en A Quintana
Y para acabar la jornada (auténticamente de vuelta ciclista), me fui a Santiago, donde tocaban los norteamericanos Antony & the Johnsons. El sitio era ideal, a Praza da Quintana (23 horas, un poquillo de fresco) y Antony, además de cantar extraordinariamente bien, tuvo el acierto de jugar con los cuartos de las campanas de la Catedral (haciendo que el público silbara como pájaros o imitara el sonido del viento en el momento en el que iban a sonar). Buen concierto y público entregado y encantado de estar allí. Un pero, los 80 minutos se hicieron algo cortos.

Como no era cosa de marcharse apurados, Mar, Cousiño y yo nos regalamos un chocolate en el Airas Nunes. Después, para Coruña.

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Xx en la playa

Ayer estaba blanco, blanco, blanco.

Hoy estoy rojo, rojo, rojo.

Mañana me voy a Vigo y Pontevedra.

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